Isla Blanca: privilegiando el fervor creativo y el pensamiento analíticoA propósito de las Bodas de Plata del grupo literario de Chimbote |
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Ricardo Ayllón |
El año de 1969, recordemos, es paradigmático puesto que es la época en que se cumplen 10 años del triunfo de la revolución cubana, movimiento que produce una actitud restauradora en nuestro continente y otorga un nuevo rostro a Latinoamérica toda. Es ya deducción unánime que los sesentas quedarán como una de las más agitadas décadas de la historia del orbe: son los años culminantes de la llamada Guerra Fría, episodio de la historia en que el capitalismo demuestra de manera enérgica su decisión de no ceder terreno, tal como lo hiciera en Vietnam, o coronando su dominio global al rebasar literalmente las fronteras del planeta cuando, justamente en 1969, logra conquistar la Luna. En el Perú, comienza a regir el llamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas a partir de una clara aunque descolorida actitud reformista; y José María Arguedas, uno de los escritores que había conseguido sincerar el espíritu de la narrativa nacional distinguiendo el espíritu íntimo del ande en sus novelas, se desentiende del mundo pegándose un tiro en la carne para recobrar el alma.
El departamento de Ancash, por su parte, observa pasivamente cómo sus apacibles costas son heridas de muerte con el fenómeno de la explotación pesquera, fenómeno que convierte a Chimbote en la barriada más grande del Perú y en un atractivo caldo de cultivo para sociólogos, escritores e, inclusive, teólogos. Denis Sulmont, Gustavo Gutiérrez y el propio Arguedas, veían nacer en Chimbote la envergadura de sus obras. Dentro de esta turbina social, aparece el primer número de la revista Alborada, impregnada sin duda por la humareda vertiginosa de su tiempo.
No sólo vocero de estudiantes, sino también terreno en el cual comienzan a ser desbordados todos los demonios de la creación, Alborada avanza casi a un número por año, en formato de oficio, e impresa todavía en mimeógrafo. Esta es la época en que Colchado Lucio, sobre todo, empieza a ensayar su prosa desde una labor periodística erigida por entrevistas a importantes actores de la cultura peruana, pero también permitiendo el desfile por sus páginas de una gran variedad de creadores y pensadores nacionales: cartas inéditas de Arguedas; poesía de «Hora Zero»; trabajos de Juan Ojeda, Marcos Yauri, Cecilia Bustamante, Sonia Luz Carrillo, Rosa Cerna Guardia, Wilfredo Kapsoli, Francois Bourricaud, Maynor Freyre, Román Obregón, Gustavo Armijos, Jesús Cabel, Juan Félix Cortez, entre muchos otros, realzan la calidad de la revista.
De esta forma, Alborada se va convirtiendo ya no en el órgano de sólo tres o cuatro escritores, sino de un Chimbote que empieza a reconocerse en sus páginas. Transcurren ocho años y, con toda la madurez ganada, se convoca a un reducido número de escritores chimbotanos para instituir el «Grupo Cultural Isla Blanca. Arte y Liberación», agrupación que desde un principio pondrá en claro sus objetivos. Para ello, es pertinente conocer dos textos reveladores que nos ofrecen importantes luces sobre su grado de autenticidad, su compromiso para con Chimbote y el espíritu ideológico que mueve sus primeras acciones. El primero, es un manifiesto redactado e impreso el mismo mes en que es fundada la agrupación, nos referimos a «Palabras desde el lomo de la isla», cuyas líneas más significativas dicen lo siguiente: «Nuestros versos tienen aroma de algas, consistencia de roca, fuerza de viento, de ola rugiente, de mar embravecido. Queremos que nuestra voz llegue a las caletas dormidas en el tiempo, a los villorrios de tierra adentro, a las calles despobladas de alegría de las barriadas costeras, los caseríos de piedra del Ande, los bohíos de palma del llano amazónico, donde viven nuestros hermanos (…) Somos la conciencia de un pueblo que despierta y dirige sus pasos a la liberación final. Definitiva. Eso es lo que escribiremos. Lo que cantaremos».
Asimismo, en Alborada número ocho, de junio de ese mismo año, se sientan las bases del grupo con el siguiente anuncio: «Bajo el clima tropical de verano de l977, matizado con las frescas brisas del mar chimbotano, nace una agrupación cultural auténticamente popular que ama la literatura, la poesía y toda creación artística que exprese la realidad integral de este gigantesco puerto que supera ya los trescientos mil habitantes. (…) Pretende así el Grupo constituirse en la expresión genuina y auténtica de la cultura y arte chimbotanos. Tiene así mismo la intención de bregar por la creación y difusión de la poesía, el teatro y la literatura en sí, a través de recitales, exposiciones, fórums, conversatorios y círculos de estudio. Otra de las miras de la referida agrupación es la de estimular la creación literaria en la juventud y la clase proletaria, forjadora de la riqueza y de la producción nacional. La poesía que cultivan es de avanzada y de corte hondamente social. (…) Se espera que en el transcurso de una temporada a otra se logre contar con un equipo muy dinámico de poetas y compositores que den a Chimbote una fisonomía cultural propia».
Corre la década del 70, y lo que se capta es el espíritu de los trastornos sociales, viviéndose los asuntos políticos con pasión e intensidad, como ocurriera en casi todos los ámbitos culturales. Pero si bien esta característica marca con creces la orientación del Grupo hacia un compromiso ideológico, será a través de la revista Alborada y, conforme pasan los años, que el Grupo dejará entrever cómo este compromiso se encaminará hacia el terreno de lo estético y la investigación. De ello hablan perfectamente sus números dedicados a temas específicos, iniciados a mediados de la década del 80 hasta la actualidad, con tópicos como lo erótico, lo infantil, lo social, lo esotérico, la literatura lúdica, la amorosa, la histórica o la andina.
De esta forma, si de lo que se trata es de privilegiar el fervor creativo y el pensamiento analítico dentro de su conjunta concepción de hacer literatura, Isla Blanca permitirá también vislumbrar este objetivo a partir de una tarea meritoriamente fértil, en la que destaca la participación de sus integrantes en recitales y encuentros de escritores regionales y nacionales, en la difusión de sus trabajos en revistas de otros ámbitos y en un intercambio permanente de publicaciones nacionales e internacionales, así como en la realización de talleres de poesía y en el estudio de la obra de escritores peruanos. De otro lado, el Grupo se verá reforzado con la integración de más afiliados. Si los miembros-fundadores, en febrero de 1977, fueron Óscar Colchado Lucio, Víctor Hugo Romero, Miguel Rodríguez Paz, Wilfredo Cornejo Ibargüen y Pietro Luna Coraquillo, hacia los primeros años de la década del 80 se unirían a sus filas: Víctor Raúl Plasencia, Félix Ruiz Suárez, Saniel Lozano Alvarado, Gustavo Alarcón, Telmo Sora, Jaime Guzmán Aranda y el pintor Julio César de Castilla «Salamandra».
A mediados de la década del 80, ya Isla Blanca ha sabido ganar terreno en todo el ámbito nacional, erigiéndose como uno de los principales entes que animan la actividad literaria en el país, y, en ese logro, sus integrantes comienzan a decidirse por la publicación personal. Los 80s son los años de los primeros libros, aunque es cierto que ya Colchado había tomado la delantera, trasladándose inclusive a Lima, donde establece su residencia.
No es mezquino mencionar que, hasta el momento, ha sido durante la década del 80 que el Grupo ha conseguido mayor notoriedad, pues para nadie es un secreto el oscurantismo sufrido bajo la dictadura de la década del 90. Además de la publicación de libros, Isla Blanca ve florecer su ámbito editorial a partir de otros proyectos hechos realidad, como la separata de poesía Marea, que continúa en circulación, y la colección poética Vientos de la Isla. En esta vorágine corporativa, el Grupo ha crecido y ve llegar a sus filas destacados y nuevos integrantes. Gonzalo Pantigoso, Marco Cueva Benavides, Antonio Salinas, Adrián Arias, Pedro Rodríguez Ortiz, Leonidas Delgado León, Martha Irene Mejía, Dante Lecca, Brander Alayo, Enrique Tamay, Víctor Sagastegui, Sixtilio Rojas, Gloria Díaz Azalde, Carmen Mimbela y Medalit Escalante, entre algunos otros, brindan al grupo la novedosa energía de su arte y pensamiento.
En la difícil lucha que ha significado hacer cultura durante la última docena de años, e intentando hacer frente a esa suerte de crisis consuetudinaria que representa el centralismo limeño, Isla Blanca vio mermada también la aparición periódica de Alborada (apenas un número entre setiembre de 1990 y enero de 1998). No obstante, en estos últimos cinco años la revista ha podido sobreponerse iniciando la reconquista del terreno perdido, mientras que la actividad grupal también se ha visto favorecida gracias a tres principales aspectos: la reciente filiación de nuevos y jóvenes miembros (Antonio Mayucayán, Francisco Vásquez Carrillo, Augusto Rubio y Teófilo Villacorta Cahuide), la puesta en marcha de la colección narrativa «Cuentos de la isla» y la incursión al universo virtual de Internet.
Dueño de un apreciable y productivo itinerario, el actual «Grupo de Literatura y Arte Isla Blanca» cumple 25 años en olor a éxito, 25 años que, sin embargo, no deben olvidar sus miembros que son apenas la edad de la juventud. Queremos sumarnos a las Bodas de Plata de Isla Blanca, para aplaudir no sólo el más serio compromiso que ha existido en Chimbote por instituir una auténtica conciencia literaria, sino además un trabajo que debe ser interpretado como uno de los mejores ejemplos en el Perú de lo que representa la indeclinable apuesta por el trabajo colectivo.
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