Allah Superstar |
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Miguel Rodríguez Liñán |
Para Mario Wong.
La lengua árabe es, en tanto que lengua semítica, prima hermana del hebreo de Israel. Trataré de ir por partes, porque suelo escribir por escribir, a veces sin mucho conocimiento respecto del tema que trato, y esto puede confundir al lector. Bueno. En el estudio de una lengua, la noción de lenguaje es imprescindible. Son conceptos machihembrados pero con características específicas; lengua y lenguaje no son palabras sinónimas, aunque parecen serlo. Hay oposiciones que varían según los conceptos teóricos. Lengua y lenguaje tienen fines estrictamente comunicativos; pero se diferencian por su extensión semántica. Una lengua es, necesariamente, un lenguaje; pero no viceversa. El lenguaje es una facultad semiótica, adecuadamente adaptada a la biología a la fisiología más bien, al canal de comunicación, al aparato fonador, a los pulmones y a la glotis. A la lengua y a la úvula. Al palacio del paladar y también a los dientes. Los animales plumes e implumes, peludos o pelados, pueden tener un lenguaje, pero no una lengua; ésta es qué horror exclusivamente humana, por eso los astros no hablan. Lenguaje es todo lo que permite comunicar, desde un suspiro impregnado de sensualidad que propician algunas féminas de la Unesco, hasta el chateo por la internet con fantasmas que, tal vez, algún día se concretizarán. La lengua es sólo una parte. Un fragmento. Una rama del lenguaje. Un muñeco de cera más en el Museo de Los Asesinos. Las abejas tienen un lenguaje. Los delfines, las moscas, las hormigas, las polillas, todo... Vamos pues a tratar de ocuparnos en este trabajo de la lengua, no del lenguaje. Y de una metalengua: la jerga y el cariz coloquial de la infralengua utilizada por un joven escritor francés.
Pero volvamos al árabe. Es la lengua de Moab y de los moabitas. Moab era uno de los patriarcas de una de las doce tribus de Israel. Moab el Moro. Moab el Moro se fue rumbo a otros parajes. Pero ¿cuándo ocurre la escisión entre moros y cristianos? La historia conflictiva entre moros y judeocristianos no se acabará nunca. En el cielo, Sarah le sigue haciendo mala cara a la chica árabe que Abraham utilizó para engendrar a Isaac. La lengua de Moab, convertida miles de siglos después en árabe clásico, es una lengua cultísima. Es la lengua de los poetas Omar Khayyam («Soy yo el jefe de los malandros que vienen a la taberna. Soy yo el sumergido en mi rebelión contra la ley. Soy yo quien, ebrio de vino, le gritó a Dios durante largas noches las miserias de mi corazón sangriento»), de Abu Nuwas o Abu Nawes, poeta muerto en Bagdad, contemporáneo de Carlomagno, el rey de la sátira y de la imprecación, mi ídolo (La hidromiel. El vino de los dátiles. El cabaretero. La judía. El quinteto del vino:
Sulafu danni
Ka-shamsi dajni
Ka-dami jafni
Ka-kharmi adni!
(Vino transparente
de la jarra, sol de noche,
lágrima en los párpados,
vino del Paraíso!));
y de Umar Ibn Abu Rabia, considerados como los más grandes poetas del mundo árabe. Omar era un borracho, Abu Nawes un débauché, Umar Ibn quién sabe. Pero estos sublimes artistas le han otorgado eso que los franceses llaman lettres de noblesse, a la lengua árabe. Es la lengua de los místicos una variedad de poetas. De Ibn al Farid, Ibn al Arabi y de los eruditos de la Bassora. De los sufíes voladores. Es la lengua de Alá. Los musulmanes consideran que la lengua árabe es sacra porque el Al-Curán fue revelado en árabe al Profeta. Para los árabes letrados del Medioevo, tanto prosa como poesía debían ser escuchadas, dichas por el compositor, no leídas en el papel. Seguramente ellos influenciaron a los trovadores, quienes iban de pueblo en pueblo, de castillo en castillo, de plaza en plaza, recitando sus versos y acompañándolos con bandolina para seducir a princesas y reinas. Sin los eruditos árabes de Córdoba, todavía estaríamos chapaleando en la más espesa ignorancia. Averroes es el nexo de los padres griegos con Occidente. Solemos olvidar esta suerte de deuda histórica con los sabios del mundo árabe, pero no importa, ya la Tierra dio tantas vueltas. Otro detalle. Como el chino, la lengua árabe no se escribe: se dibuja. No en vertical sino de izquierda a derecha. Al revés. Y, miles de años después, en Francia, en los barrios duros de la banlieue, los extramuros, las afueras de la ciudad, en medio de fumarolas de hachís, los jóvenes franceses herederos de los moros inventarán un idiolecto, una metalengua: el verlan. L'envers. Al vesre. Al revés. El vesre de al revés. Y una jerga peculiar. La jerga es la lengua en estado puro, lo que cambia y se mueve a cada instante. Lo demás, sin el auxilio de la poesía, es letra muerta. El escritor Y. B. ha logrado transformar el verlan, la jerga y la lengua coloquial en gran literatura.
Rama de raíz latina, la historia de la lengua francesa empieza en la época de Carlomagno (Carolus Magnus), con el Juramento de Estrasburgo la repartición del reino, creo, entre los hijos del Emperador, uno de ellos era llamado El Calvo (siglo IX). Luego, aunque notoriamente latinizado, latinizado por el latín vulgar y con una gramática muy simple comparada a las seis declinaciones del latín culto, surge el francés antiguo. Es la lengua en la que escribe Chrétien de Troie, el novelista del ciclo arturiano inspirado en leyendas celtas, y del filósofo escolástico Abelardo (Abelardo y Eloísa, siglo XII). Abelardo dicta cursos al aire libre, cerca del Monasterio de Cluny, me parece que por entonces ya existía La Sorbona fundada por el teólogo francés Robert de Sorbon. La historia de la lengua francesa es inagotable ya que Francia es el país más literario del planeta, es decir, de mayor tradición y enjundia literaria, desde La Canción de Rolando, Chrétien de Troie, Adam el Jorobado, Guillermo de Lorris, hasta llegar al siglo de François Villon, y al siguiente, no, en el siguiente Dante, Petrarca y Bocaccio opacan a todos, al siguiente pues, el siglo de Rabelais, Ronsard y Montaigne, y al siguiente que puede considerarse como el Siglo de Oro, el siglo de Malebranche, Malherbe, Corneille, Molière, Bossuet, Racine, Boileau, Fénélon, La Bruyère, La Fontaine, el siglo del Cardenal de Retz y del conde de La Rochefoucauld, de Madame de La Fayette y Madame de Sévigné, de Saint Simon, de Descartes y de Pascal, disculparán la pequeñez... Sin hablar de Marivaux ni de Montesquieu, sin hablar de Voltaire y de Rousseau, sin hablar de Buffon y Diderot, sin hablar de Vauvenargues y de Beaumarchais, sin hablar de Sade y de Chamfort... Ignorando totalmente a los siglos XIX y XX. Toda esa gente de gran clase ha llegado a la banlieue. Hasta los reyes merovingios han llegado a la banlieue, y Childerico está borracho. No bromeo para nada. Afirmo y trataré de demostrarlo que la escritura y el estilo de Y. B. se inscriben en la más estricta tradición francesa, como un fenómeno de la evolución de la lengua. Veamos. En la estructuración del léxico francés hay seis o siete procedimientos creativos, que son:
Todos estos fenómenos inherentes a la vida de una lengua, de una lengua viva y palpitante, aparecen en la escritura de Y.B.
¿Quién es Y.B.? Es un escritor beur de padre argelino y madre francesa. Autor de una novela-shock titulada Allah Superstar*, que me prestó Mario Wong. El libro me gustó ipso facto, desde el arranque, porque sentí la vigencia de la jerga como lenguaje vivo contrario al lenguaje muerto de la gramática. De lo coloquial desenvuelto. Es un escritor audaz, como debiéramos serlo todos los escritores. Dice lo que se la da la puta gana y como se le ocurra. Pero esa escritura deliberadamente llana, coloquial, trufada de jerga y de siglas, que pretende imitar la lengua hablada por los beurs de la banlieue, es un truco de la literatura, para causar mejor efecto en los lectores. Y. B. se escuda en siglas para que no le pase lo que le pasó a Salman Rushdie. Para que no pese sobre él eso que los integristas musulmanes radicales llaman una fatwa. Un dictamen irrevocable, fatal, que sale del dedo índice acusador de un imam. Un imán es una autoridad religiosa. Al-Qaïda es el grupo terrorista de Ben Laden, me informan. La djihad, es la guerra santa. El hamdoulil'hah quiere decir Gracias, Señor, pero puede decirse al eructar después de un buen alcuzcuz, ahítos de sémola remojada en esa salsa tan rica, con presas de cordero, pollo y merguez (salchichas árabes). Fundamentalista e integrista son palabras sinónimas. El Ramadán es el ayuno. Y ¡Zarma! Quiere decir ¡De puta madre! De todo esto me entero leyendo la novela de Y. B. por cucharadas. Este joven iconoclasta es un gran pendejo. Le hace un guiño al lector titulando a su novela Allah Superstar como para recordarnos aquel filme, hermoso filme, Jesucristo Superstar. Si Cristo es estrella ¿por qué Alá no habría de serlo? Es la historia de un muchacho beur de banlieue que quiere ser artista cómico. Su novia se llama Nawel. Sus amigos son el Cheikh, el negro Balá, Abdel el traficante de cartas bancarias, y el empresario alcohólico Claude Martin. Y se llama Kamel Hassani. No quiere que le llamen Kamel León porque se parece demasiado a la palabra camaleón: «El Islam es la explotación del hombre por Dios, y el islamismo todo lo contrario», dice. Un día tumban las torres gemelas de Nueva York. A los terroristas les importa un bledo morir, ya que en el paraíso islámico Alá les reserva setenta vírgenes al lado de un oasis, con corderos asados y frutos. Sin hablar de las bailarinas semidesnudas con velos y ajorcas de plata, cuyos ombligos son deliciosos. Te sirven té a la menta y te presentan una bandeja, también de plata, con golosinas. Retiran los restos del mechoüi (cordero asado a la brasa) que seguimos comiendo. Estamos en el desierto. Llega Rommel el Zorro del desierto. Llegan los Hombres Azules montados en largos camellos. Y el narrador, aconsejado por su amigo imam el Cheikh, decide convertirse en la marioneta de Ben Laden, esa de Canal +, donde, como en el show de The Muppets, aparecen todos los personajes de la farándula política-internacional. Miterrand es una rana, la rana René. Escucha, yankee ¡No me toques a mi tío François Miterrand! Estamos en Francia, carajo, la tierra de Y. B. La bella Nawel lo traiciona con Abdel, Balá le hace una jugarreta, el universo conocido e inmediato parece burlarse de él, aniquilarlo, pero el narrador resucita y los mata a todos con el poder de la palabra... No es difícil imaginar que, en el contexto de la Francia racista felizmente no sólo esa Francia existe, también hay muchas paralelas, como aquellas admiradas por Nietzsche y Holderlin la novela de Y. B. haya caído como una bomba de mujaidín o talibán. Una bomba verbal e ideológica ¡Pum! El Cheikh es el imam del barrio, el soberano sacerdote de la mosquita de la banlieue. Aparece una chica portuguesa muy guapa gracias a la evolución de la lengua, en francés la palabra canon (cañón) designa una mujer muy guapa, cuya belleza es como un cañonazo recibido en pleno pecho ¡Bum! llamada Jessica. Es portuguesa o de origen portugués. Es la mujer de Abdel quien, en verdad, anda buscando a Nawel... La manera en que el novelista lo cuenta parece surgida de Las mil y una noches. Quiero seguir leyendo. Quiero saber por qué Kamel Hassani se obstina en presentarse como payaso, es decir, como un artista cómico. El manager Claude Martin, después de verlo en primera presentación, tiene una idea brillantísima, tiene muchas ideas, una dos y tres, una de ellas consiste en mostrar al protagonista de la novela con barba y turbante, falsa barba y falso turbante, en los buses de París. Por un lado aparece sin barba ni turbante: este hombre es un terrorista; por el otro, con barba y turbante: este terrorista es un hombre. Al final de la película, ya casi en plena gloria y después de haber sobrevivido a un atentado, Kamel hace reventar un cartucho de explosivos atados al rededor de su cintura, el día de su consagración como artista cómico, en la sala más prestigiosa de París, el Olympia, un 11 de setiembre. Se autoinmola y mata a 74 personas del mundo del espectáculo ¡Flam! Se acabó. Ésa es la anécdota. Porque se trata de una novela con buenos y malos, con historias de amor y desenlaces, y sobre todo con un final apoteósico. El narrador, un joven de tradición musulmana, es casto. Toda relación sexual está terminantemente prohibida en teoría. Es virgen pero virtuoso en el manejo de un vocabulario conscientemente procaz cuando se refiere al sexo. En lo que me concierne, no creo que sea para nada vulgar, aunque lo parezca. Esa seudo vulgaridad es otra astucia literaria para engatusar al lector. Se trata de un recurso totalmente válido. Al hablar de sexo utiliza el verbo «niquer». Es el apócope francés que, precisamente por un fenómeno antes descrito, ha sido acortado: el verbo culto forniquer, qué curioso, proviene del latín eclesiástico; y de la palabra fornix, que quiere decir prostituta, ya que por aquella época las putas romanas esperaban a los clientes bajo las bóvedas (fornices) de esa hermosa ciudad, que después de París debe ser la más bella del mundo. Este verbo culto, por el fenómeno de la evolución de la lengua francesa, se ha convertido en una grosería de banlieue. Es que el habla popular conlleva, en su ineluctable evolución, transformaciones gramaticales y fonéticas. Ya existía, siempre ha existido el fenómeno de acortar palabras. De la palabra latina original mansionem, por ejemplo, el francés la convierte en maison. Aristocracia y oligarquía son palabras griegas. Ojalá y almohada, palabras árabes. Kermesse es una palabra holandesa. El francés asimila todo, lo absorbe, deglute y regurgita con fenómenos nuevos, difíciles de pronunciar para un hispanohablante, de nasalidad y diptongación. Burlándose de esto, Borges decía que la lengua francesa parecía hablada por un italiano con catarro. Es que la nasalidad es tan difícil para el hispanohablante. El portugués no tiene la menor dificultad de adaptación, ya que ellos también hablan con la nariz. Los sonidos del francés son nasales, y por más que lo hablen Sophie Marceau o Isabelle Adjanhi, que lo hablen Catherine Deneuve o Carole Bouquet, es cierto, el francés se habla con la nariz, las palabras retumban en las fosas nasales. Inversamente, los sonidos de la lengua árabe son rasposos y guturales. Hay que buscarlos al fondo, más allá de la tráquea o en medio de ésta. Salen, pues, del fondo de la garganta, no de la nariz. Los sonidos son rudísimos. Salen arrastrando algo: piedras semíticas parlantes. La guerra de Oriente y Occidente es la guerra entre la nariz y la garganta hubiera dicho Borges, y yo le sigo el ritmo al viejo.
La novela de Y. B. insurge y arremete contra el apartheid utilizando el argot. El argot es una lengua redundante como dicen los lingüistas. Es un idiolecto. Es una metalengua. Una lengua dentro de la lengua, y dentro de otra, y así hasta el infinito. Al narrador de cultura musulmana le repele la palabra «diabólico», mientras que, paralelamente, el idiolecto beur diaboliza la lengua salpimentándola de argot e invirtiéndola porque el estilo es Dios. Nuestro falso y payaso Ben Laden de suburbios, imitador de Les Guignols*, se esconde con innumerables subterfugios a la sintaxis, le saca el cuerpo a la horrible gramática, a todo lo muerto y anquilosado, se desliza, es tan escurridizo, la prosa que practica es rapidísima: una yegua pura sangre que gana el primer premio en el Hipódromo de Borely, Marsella, por ejemplo. Picaresco, el narrador habla en primera persona. Cuenta su historia. La primera palabra que pronunció fue caca. Y su consigna es ser un star o nada de nada. Aquí el ataque contra la Francia racista es vertical. Un machetazo en la nuca. Pero no olvidemos los varios procedimientos poéticos que Y. B. utiliza, a pesar de la plétora, para achicar la lengua. Es una hermosa novela que en lugar de leerla, se escucha. Las palabras suenan y pueden masticarse. Es la lengua de la otra orilla. En la imaginación, todos esos muchachos locos, violentos, delincuentes o semidelincuentes, fumadores de hachís, semi analfabetos, recitan. Y recitan bien gracias a las argucias del novelista. Sólo dos lenguas existen: una está viva, la otra está muerta. Louis-Ferdinand Céline siempre estará presente para recordarnos que lo más importante en literatura es la manera de respirar el texto... Quisiera que, pronto, un traductor audaz acometa el trabajo de traducir a Y. B. Para que el hispanohablante interesado en literatura descubra la prosa suculenta de un gran escritor.
París, 15 de octubre del 2003
* Allah Superstar, Editions Bernard Grasset & Fasquelle, Paris.
* Les Guignols, programa cómico periodístico en la tele, parecido al Show de Los Muppets.
© 2003, Miguel
Rodríguez Liñán
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