Carta al (e)lector* |
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Edgar Montiel |
A Fernando Tupac Amaru, que a los 9 años fue testigo del sacrificio de sus padres,
José Gabriel y Micaela. Desterrado a los 14 años a España, siguió atento
los sucesos de la Revolución Francesa y la gestación de la Independencia de América,
esmerándose en aprender también los saberes y oficios de su época,
en especial las artes de gobierno, que nunca llegó a ejercer
debido a su muerte prematura (Madrid, 1798).
A los jóvenes de hoy que, como Fernando Tupac Amaru ayer,
se propongan construir la Comunidad Andina de Naciones,
indispensable en estos tiempos de nuevos desafíos...
Querida Conciudadana,
Querido conciudadano:
¿Por qué un país, que cuenta con tantas riquezas naturales, con metales que se cotizan bien en el mercado mundial, obtiene tan pobres resultados en términos de desarrollo económico y social, y tan mediocres indicadores en materia de empleo, salud y educación? Coincidirán conmigo que ésta es el primer interrogante que aflora cuando se trata de abordar la situación del Perú.
En estos tiempos de mercado global, caracterizado por un alza considerable del consumo de materias primas, ahora que la China compra a grandes escalas, ¿cómo se ubica el Perú en la tabla de productores de minerales? Somos en cobre, plomo y plata cuartos en el mundo y segundos en América Latina, en estaño y zinc 3ros en el mundo y 1ros en América Latina, en bismuto 2dos en el mundo y 1ros en América Latina; y en oro 8vos en el mundo y 1ros en América Latina.
A este potencial minero hay que sumar la producción pesquera: segunda en el mundo y primera en América Latina. Hay que tener en cuenta, además, que el Perú forma parte del exclusivo grupo de 12 países con mayor biodiversidad en el planeta. Gracias a la gran variedad de pisos ecológicos y de climas, que generan una pródiga megadiversidad en flora y fauna, tenemos un notable recurso estratégico (¡y sólo se ha inventariado hasta hoy un 5% de la biodiversidad que posee la Amazonía!).Si consideramos los otros miembros de la Comunidad Andina de Naciones, reunimos el 25% de la biodiversidad planetaria. Podemos decir entonces que la naturaleza ha sido generosa con nosotros.
Me recordarán ustedes con razón que a los recursos naturales hay que agregar el aporte crucial de los recursos humanos y culturales. Se trata, en efecto, de un pueblo con una antigua cultura, milenaria de cinco mil años, que tuvo como punto de partida el Señorío de Caral, la primera experiencia en América de construcción de un Estado, que ha formado a lo largo del tiempo un tipo de Hombre adaptado al medio natural, creativo ante los desafíos del entorno, acostumbrado a la diversidad y a la reciprocidad. ¡Somos pues herederos de una tesorería cultural tangible e intangible! ¿La sabemos aprovechar debidamente? Eso es parte del problema por resolver.
Al respecto, es oportuno que preguntemos a las élites qué proyecto de vida colectiva, qué perspectivas de sociedad estable y próspera, han buscado construir con esta excepcional base material y espiritual. Estarán de acuerdo con que cualquier gerente de mediano talento podría lograr grandes resultados con estos ingentes recursos. Lo más grave, queridos conciudadanos, es cuando un país no dispone de un patrimonio material y cultural para forjar su proyecto de nación, y no cuenta con una clase política capaz de superar la inestabilidad política y social endémica. Es cuando los centros de poder mundial lo tachan de país inviable. Nosotros tenemos lo primero pero no lo segundo. Y ese es el peligro.
Las estadísticas socio-económicas revelan la siguiente realidad: nuestro país ocupa en el Índice de Desarrollo Humano el puesto 82 entre 173 países, ubicándose en el tercio inferior en Latinoamérica. De 27 millones de habitantes, 14 millones (55%) viven en estado de pobreza, 20% de los cuales en estado de pobreza extrema. Por falta de planificación y apoyo al desarrollo local, el 72.3% de la población está concentrada en las zonas urbanas, especialmente de la Costa, con una tendencia al despoblamiento del interior del país. De los 13 millones que forman la población activa, 52% están subempleados y 8% en desempleo abierto. El 10% más rico de la población posee 90 veces más que el 10% más pobre. El promedio de años de escolarización es de 7.6, la tasa de analfabetismo es de 9.5, el 19.4% de pobladores del área rural no tienen ningún nivel educativo. La tasa de mortalidad infantil es de 40.6 por cada mil habitantes, la más alta de la comunidad andina. Lo sabemos bien, queridos lectores, que estos números no son abstractos, en cada uno de ellos hay un ser humano que sufre.
¿A qué se debe este desfase rotundo entre un potencial inusual de recursos y los resultados que obtenemos en materia de desarrollo duradero y redistribución? ¿Dónde está la contradicción principal para que una sociedad con un patrimonio natural y cultural tan rico no logre los avances que merecería? ¿Cuál es la explicación para que estas riquezas no se hayan traducido en programas de empleo, salud, educación, investigación científica? ¿Se trata, acaso, más que de un problema de inversión extranjera, de poner en práctica una gestión estratégica de los recursos nacionales? Si no podemos plantear la pregunta clave, ésa que identifique el origen de nuestra paradoja como país, menos podremos encontrar la respuesta idónea que nos permita resolver juntos los problemas.
Claro, ustedes estarán de acuerdo conmigo al afirmar que estas preguntas interesan a toda la comunidad, cualquiera fuera el sexo, la raza o la afiliación política o religiosa de las personas. Es fácil asentir también que la buena gestión, la eficacia, la honradez y la esmerada preparación no son ni de derecha ni de izquierda. Son cualidades. Sin embargo, determinados sectores tienen mayor responsabilidad que otros. ¿Cómo es posible lograr que el conjunto de dirigentes del Estado (las autoridades políticas), de la Economía (los empresarios) y del Conocimiento (los intelectuales y científicos) trabajen unidos, para que se pueda disponer los recursos naturales, culturales y humanos atesorados por una nación, en función de un desarrollo duradero, equitativo, altamente participativo? La primera vez que escuché este planteo fue a Fernando Henrique Cardoso, cuando era discípulo suyo y resuena en mí todavía, pues fue una idea guía durante su relevante mandato en la presidencia de Brasil.
Atizado por estas interrogantes y gracias a la invitación de la Decana, Dra. Liliana Regalado para participar en la inauguración del año académico de la Facultad de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica, fui a Lima en abril del 2004, para dar una primera conferencia sobre este tema que titulé “Arte política, ciencia de gobierno y consolidación nacional”.
A pesar de que desde hace 14 años paso una parte de mis días en París, debido a mis responsabilidades en un organismo internacional, siempre he seguido con atención el curso de los sucesos peruanos. Y he asumido como hábito –ante la presión cordial de amigos y lectores de mis libros que me reprochan que atiendo los requerimientos de muchos países menos del mío- regresar un mes al año para cumplir compromisos académicos, públicos, familiares y, por supuesto, para retornar a las delicias de la gastronomía peruana (ya sabe, eso los peruanos no perdonamos).
Recién en el 2004, atendiendo tanto a la invitación y a la práctica antes mencionada, pude abordar con mayor detenimiento un tema francamente espinoso pero apasionante, como es el de la actuación de las clases dirigentes en el Perú, en especial la clase política, y sus pobres resultados en términos de estabilidad, innovación y reducción de la pobreza. Quizás la distancia, que permite una mirada crítica que relega lo episódico (¡tan impregnado en nosotros debido a nuestros medios de comunicación!) para quedarse con lo esencial, y la experiencia adquirida como funcionario internacional, me permitan establecer un juicio comparativo del ejercicio político en el Perú.
En Gobernar es saber retomo algunos de los puntos tratados en la Lección Inaugural de la Universidad Católica. La amplitud y la gravedad del problema me llevaron a ampliar la investigación. De esta manera, me reuní con autoridades del gobierno y personalidades políticas, e intervine en diversos foros académicos. Todo esto fue un gran caudal de información que intenté procesar con cuidado durante un año1, para fundamentar una propuesta ciudadana destinada a crear un centro de alta formación, la Escuela Nacional de Gobierno, ENGO, donde se capacite a los futuros Hombres de Estado en materia de gestión estratégica de recursos, con una visión creativa, preventiva y de largo plazo. Esta Escuela se propone formar hombres y mujeres adiestrados en el análisis de la realidad, la resolución de conflictos y sobre todo dotados de una capacidad operacional para ejecutar los grandes programas y políticas del Estado en el campo económico, social, tecnológico y cultural. Como una posibilidad para atajar la improvisación, las soluciones efímeras, y la aparición de caudillos salvadores, pongo estas páginas en manos de ustedes, conciudadanos del Perú y de la Comunidad Andina, pues se trata de un desafío compartido por la región, que requiere superar su agitada política escenificada en las calles por una vida institucional estable2.
Es claro que la ausencia de una clase dirigente preocupa a las mentes esclarecidas de la nación, sean éstas del ámbito político, económico, universitario y de defensa. Esta preocupación se extiende también a los medios de comunicación y a líderes de opinión como Jaime de Althaus, como lo pude comprobar en un animado debate que sostuve con él en su programa de televisión. Pero, es en el medio académico donde más se ha tomado conciencia de las carencias de una elite política que actúe orgánicamente, y no de manera espontánea, en el aparato del Estado. Para paliar este alarmante divorcio entre el Poder Político y el Conocimiento se han creado, con diferentes enfoques, Maestrías en Ciencias Políticas en la Universidad Mayor de San Marcos, la Universidad Ricardo Palma y la Universidad San Martín de Porres. Preocupada también por los problemas de gobernabilidad, la Universidad Católica tiene en preparación otra Maestría, en colaboración con una universidad norteamericana.
¿Cuáles son las características de estas formaciones, me preguntarán ustedes? San Marcos cuenta con un programa con dedicación a tiempo parcial, centrado mayormente en los estudios políticos, con más vocación para el análisis que para el ejercicio de gobierno. En este programa, invitado por el Dr. Luis Tejada, pude animar una charla con los estudiantes, una buena parte funcionarios públicos y oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas. En el caso de la Universidad Ricardo Palma, su programa brinda una elevada formación, actualizada en enfoques politológicos y orientada al análisis y a la reflexión, además de contar con un destacado equipo de profesores –como el filósofo Francisco Miró Quesada Cantuarias, el politólogo Francisco Miró Quesada Rada, la historiadora de la ideas María Luisa Rivara. Con ocasión del acto en el cual el Rector Iván Rodríguez Chávez me confirió la distinción de Profesor Honorario, impartí en este programa una conferencia sobre la necesidad de establecer -ante las exigencias de la globalización- una relación fluida entre el universo del saber, la ciencia y la técnica, y en campo de las decisiones políticas, pues hoy en día gran parte de las asuntos de gobierno involucran a las ciencias y la tecnología.
Como parte de este recuento de las instituciones que brindan una formación en estas materias, compartiré con ustedes, queridos conciudadanos, mis impresiones de la reunión que sostuve con el ex Presidente Alan García Pérez, Director del Instituto de Gobernabilidad de la Universidad San Martín de Porres. De los diversos tópicos que abordamos, pusimos énfasis en el tema de la legitimidad de los dirigentes políticos, donde se precisó que a la legitimidad del mandato popular (o de un nombramiento legítimo) hay que sumar la de la competencia y probidad del elegido. Otro punto que tratamos fue el de la ampliación de la representación nacional de los peruanos en el extranjero: la incorporación al Congreso de representantes de los casi 3 millones que viven en el exterior y que aportan 1500 millones de dólares de remesa familiar. Esta es la única “transferencia corriente positiva”, pues tiene un efecto redistributivo en educación, vivienda, alimentación y salud, mientras que la inversión extranjera -que llega a 1300 millones dólares anuales- envía al exterior sus beneficios por un monto de 2173 millones de dólares. Argumenté con énfasis que la clase política no tenía por qué privar a una parte de la nación que radica en el exterior, que son una fuente de renovación para el país (con miles de científicos, técnicos, hombres de negocio y trabajadores en general), de una presencia en el congreso, donde debían contar por lo menos con 15 representantes. No tuve que abogar mucho a favor de la profesionalización de los funcionarios públicos y de la formación de las élites políticas, pues el Instituto bajo su dirección tiene un programa integral que contempla tanto disciplinas de análisis político, política internacional, o economía del desarrollo, como materias prácticas del tipo planificación, negociación de conflictos, entre otras.
Interesado por conocer cómo se percibía el tema en el ámbito de la defensa pude tener dos reuniones con dos de sus autoridades: el General del Aire Aurelio Croveto, Presidente del Comando Conjunto, y el Dr. Enrique Obando, Director General de Asuntos Estratégicos del Ministerio de Defensa. Pude advertir en ellos la preocupación por una mayor estabilidad e institucionalidad en la vida pública del país. También me informé de los esfuerzos que se hacen para renovar el Centro de Altos Estudios Nacionales (CAEN), importantísimo en la formación de decisores, que requeriría un mayor apoyo, pues de él egresan civiles y militares que cumplen funciones políticas, caracterizados por dar muestras de un enfoque estructurado y prudente de los temas que tratan. Fue ilustrativo, además, impartir con el ex Presidente Francisco Morales Bermúdez una conferencia en la Escuela Superior de Guerra de la Fuerza Aérea, en torno a los objetivos nacionales, en el contexto de la mundialización, en cuanto a la educación, la ciencia, la técnica para lograr un desarrollo integral del país. Se nos olvida con facilidad una verdad casi evidente: “la mejor defensa es el desarrollo”. Es por esto que intenté mostrar mediante ejemplos concretos los beneficios de movilizar de forma efectiva a las Fuerzas Armadas presentes a lo largo del país hacia objetivos de desarrollo. Además de ser un elemento disuasivo, es necesario que sea un instrumento de fomento de la cohesión social, de ampliación de la infraestructura pública (carreteras, represas, hospitales escuelas etc.) en lugares de difícil acceso, que tenga una mayor participación en situaciones de desastres naturales, en fin, que el pueblo vea que en las instalaciones militares se lucha fuerte contra la pobreza. Resultó instructivo ver que el cuerpo de oficiales de las tres armas se mantiene en estado de preparación, atento a las exigencias de hoy.
Fueron aleccionadoras también las reuniones que tuve con la juventud universitaria, que tantas inquietudes manifiestan en torno a los vaivenes de la vida nacional, al curso de la historia dentro y fuera del país. Un conversatorio con los estudiantes de historia y filosofía de la Universidad Federico Villarreal, a invitación del profesor Germán Peralta, me permitió tomar el pulso de esta juventud ávida de saber y progreso. Fue conmovedor ver cómo los jóvenes encuentran en el arte y la cultura las expresiones del proyecto nacional que tiene sus raíces en la historia. Inspirado en parte en esto empiezo Gobernar es saber invocando la historia, recordando las gestas, como la de la familia Túpac Amaru, que fundaron una tradición que es como un pasado vigente. Otra reunión que aprecié mucho fue la convocada por el Centro Peruano de Ciencia y Tecnología, en el Colegio de Ingenieros de Lima, que bajo la presidencia de Modesto Montoya, presidente del IPEN, me permitió dialogar con un auditorio de cerca de 200 jóvenes, hombres y mujeres, interesados en explicarse por qué un país que cuenta con esta megadiversidad, con tantas adversidades geográficas y climáticas, con recursos ingentes que la ciencia y la tecnología pueden poner al servicio de la producción y el desarrollo, no cuenta con una Ministerio de Ciencia y Tecnología, como un ministerio del saber y de la producción. ¿Cómo explicar lo inexplicable a esta juventud?
En esta relación de las personas que influyeron en este trabajo, no quiero dejar de mencionar a un hombre que en París me benefició con su conversación: el Embajador Javier Pérez de Cuellar. El sabe bien, por su amplia experiencia, la necesidad de dar permanencia a la acción política y de gobierno en nuestro país y en ese sentido es imprescindible el celo que se ponga en la formación esmerada de sus dirigentes, como lo prueba el ejemplo de la Academia Diplomática del Perú en el ámbito de la política internacional.
¿Qué balance y propuestas útiles, me preguntarán ustedes, se podrían extraer de esta experiencia?
La primera y casi obvia: el Perú no tiene un problema de escasez de recursos, lo que tiene es un problema de administración estrátegica de recursos. Por eso la primera propuesta es la creación de una Escuela Nacional de Gobierno, que, contando con la experiencia de las maestrías impartidas por las universidades antes mencionadas, pueda configurar un programa que incluya materias teóricas, especializadas y operacionales, es decir que el egresado de esta escuela pueda ejercer la política, tomar decisiones, y tener una visión de estadista en su accionar. Esto está detallado en las páginas que siguen.
Pero esto no es un esfuerzo aislado, queridos ciudadanos, requiere su participación y la de toda la comunidad. Por eso insisto en el capítulo segundo que para salir adelante se necesita una movilización de las energías creadoras de la sociedad. No es un problema puramente tecnocrático o de cúpulas. En esa movilización, el sector empresarial, la iglesia, las fuerzas armadas, la universidades, la sociedad civil tienen sus roles por cumplir.
Un elemento que debemos tener en cuenta, a la luz de la globalización actual, es que hemos entrado en la era del conocimiento, en la que el valor agregado más valioso de un bien económico, es el intelectual, creativo e innovador. Cierto, de un lado está el consumo desenfrenado de materias primas, con un modelo altamente consumidor de minerales y energías fósiles, pero junto a eso están los bienes y servicios de la economía intangible, de la economía del conocimiento, de las nuevas tecnologías de comunicación. Hoy, la informática, la robótica, las telecomunicaciones y la biotecnología, son las principales fuerzas que mueven la economía planetaria. Necesitamos estas tecnologías y saberes para traducir en crecimiento y desarrollo nuestros ingentes recursos naturales, culturales y humanos. Por eso se insiste en la inversión en los campos de la investigación, la ciencia y la tecnología, así como en la propuesta de que el país cuente con la estructura institucional para que se pueda aprovechar la megadiversidad biológica del país.
Finalmente, queridos conciudadanos, ahora que se asoma la fronda electoral, que este esfuerzo valga para que nosotros nos convirtamos en electores, no en meros votantes. Como ciudadanos nosotros somos el Soberano, fuente legítima del poder político en democracia, de modo que tenemos el deber de saber elegir a nuestros representantes. Estemos vigilantes ante la demagogia, la promesa fácil, esa que no demanda esfuerzos ni perseverancia. Desconfiemos de toda propuesta que no se inscriba en la duración y en la equidad, y tengamos en cuenta que se requiere mayor participación femenina y mayor diversidad cultural entre los elegidos. Exijamos creatividad e innovación de nuestros candidatos, averigüemos si es una persona preparada o no, leamos lo que eventualmente hayan escrito (generalmente los ágrafos son poco estructurados en sus ideas y planteos). Adoptemos una actitud crítica ante los mensajes de los medios de comunicación. Tratemos de saber si en nuestras candidatas o candidatos hay experiencia, probidad, prudencia, algo de sabiduría, y observemos también quiénes lo acompañan.
Estas son, amigos ciudadanos y lectores, las interrogantes que yo suelo formularme cuando he de elegir. Una elección es una oportunidad para enrumbar al país por un mejor sentido. Buena suerte para el Perú y buena ventura para ustedes y sus familias.
Edgar Montiel
Lima, París, 2005
* Introducción al libro Gobernar es Saber. Formar Hombres de Estado para la Nación, Fondo de Cultura Económica Perú, Lima, 1a. Edición. 2005.
1 Agradezco al Prof. Rafael Cerpa, doctorando en filosofía en la Universidad Sorbona, y a Rosa Montiel, del Centro de Estudios Diplomáticos y Estratégicos de París, por su valioso apoyo en la investigación.
2 “Fracaso en los andes” es el elocuente título del artículo publicado por Michael Schiffer en Foreign Affairs (Sept./octubre 2004), revista leída dentro de los círculos del Departamento de Estado. En este artículo el autor da su apreciación sobre la “conocida volatilidad social y el desorden económico en Bolivia, Ecuador y Perú “, invitando a Washington a una actitud de prudencia y recelo hasta que llegue ‘otra oportunidad’.
© 2006, Edgar Montiel
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Montiel, Edgar: «Carta al (e)lector», en Ciberayllu [en línea]