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Susana BacaLuaka
Bop Inc., CD 9 46627-2, 1997.
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Hace unos cuatro
años, supongo, caminaba al mediodía por la calle principal
de Barranco distrito limeño de artistas e intelectuales, que
cada fin de semana es invadido por miles de jóvenes ansiosos de
libertad y sedientos de cerveza, cuando vi su cuerpo menudo y su sonrisa
universal y le dije hola, esperando quizá que recordara mi rostro
de casi veinte años atrás, cuando de una u otra forma frecuentábamos
los mismos grupos de artistas, músicos, y diletantes varios. No
que hubiéramos sido propiamente amigos. Le hice una venia leve y
sonriente, y creo que reconoció mi rostro, pues nos saludamos, y
le dije que me había encantado su Fuego y agua (originalmente
publicado por Editora Pregón, en el Perú, y que se ofrece ahora
en el mercado norteamericano en una edición de Tonga Records, como
Del fuego y del agua), disco-libro que acababa de ver la luz (y
que hay que decirlo incluye una memorabilísima versión
de la marinera norteña La veguera, en que su voz justa se
entrelaza con la banda de la Policía Nacional del Perú, heredera
de la que antes fue la banda de la Guardia Republicana, incomparable
cuando de marineras y tonderos se trata). Conversamos brevemente, y era
obvio que yo sabía perfectamente quién era ella y que ella
no tenía la menor idea de a quién pertenecía este
rostro conocido. Me dio su tarjeta, yo le di la mía, y adiós:
extraños encuentros de un diletante periférico que estuvo
pero ya no está, con quien es, definitivamente, una artista
excepcional.
Si Susana Baca no fuera artista ni folclorista; si ella no cantara ni
trabajara tan duro por el arte y la música; inclusive si no hubiera
sido acosada menos mal que brevemente por los servicios de «inteligencia»,
que le dicen, por aparecer su nombre en las notas de algún detenido
político; en fin, si sólo fuera Susana Baca, persona, habría
que quererla por tener siempre la sonrisa fresca y la sencillez incomparable
de aquellos que vale siempre la pena recordar. Esa sencillez no se ha visto
afectada por su creciente fama entre los cada vez más numerosos
amantes de la música afroperuana, y ni siquiera por haber sido nombrada
embajadora de buena voluntad de la UNESCO. Supongo que seguirá igual en estos días,
en que muchos lugares de los Estados Unidos la han visto en un espectáculo
llamado Divas del mundo compartir escenarios con Tish Hinojosa,
popular cantantautora bilingüe norteamericana, y con Stella Chiweshe,
gran intérprete de Zimbabwe.
Susana Baca, el discoPero esta vez queremos escribir de Susana Baca, cantante, inventora
y dueña de una hermosa voz que sabe atacar con la fuerza justa los
ritmos africanos asentados hace tantos años en la costa del
Perú, y que igualmente, persuasiva, nos canta poemas de hoy en la
cadencia suave del vals peruano contemporáneo. Este disco, titulado
simplemente Susana Baca (Luaka Bop, Inc., setiembre de 1997, Warner
Bros. Records, 9 46627-2), de sabor negro indudable, mezcla músicas
que van o mejor vienen desde el folclore afroperuano hasta el sabor
de las armonías modernas. La cosa empieza con una conocida pieza
de Andrés Soto, Negra presuntuosa, de los años 70,
cuando Andrés a la sazón miembro notabilísimo del
círculo de Chabuca Granda deslumbraba a tirios y troyanos con
sus poéticas canciones, varias de las cuales se han asentado a
pesar de la poca atención de la radio comercial en la música
popular peruana.
La segunda pieza, Molino molero, de la tradición afroperuana con
arreglo de Susana, es una muestra cabal de la suave percusión de
tumbas, cajas y palitos, que se hacen recibir por un violín, que
aún se toca mucho en El Carmen, distrito negro de Chincha, a pocas horas al sur de Lima. Luego
viene Heces, un poema de César Vallejo, musicalizado por
Noel Nicola que con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y otros
inició la Nueva Trova cubana y la propia Susana, como una mezcla
de triste peruano, con leve aroma andino, y vals-balada que sólo
necesita hacerse acompañar por una guitarra, la de Félix
Casaverde, señor de muchas noches barranquinas.
Otra pieza de Andrés Soto, Tu mirada y mi voz, le permite
a Susana mostrarnos la belleza inigualable de su voz, para dar paso a una
pieza ya clásica del folclore afroperuano, el landó Zamba
malató, que Susana trata con una cadencia imposible de imitar
y con las notas altas que en su voz ni se sienten: «ese pajarillo pecho
colorado/ eso te sucede, negro, por enamorado».
Luego, al centro del disco, Susana canta para el mundo Luna llena,
de Simón Díaz, que se abre y se cierra con unas notas de
zampoña, la característica flauta de pan andina de sonido
profundo: «Yo vide una garza mora / dándole combate a un río».
Pero en esta hermosa canción las palabras parecen ser sólo
un pretexto para soltar la música: pura melodía, pura voz.
Sigue Caras lindas, un vals peruano en el estilo baladístico
de hoy, que ya ni se baila, y que termina con un cambio de ritmo hacia
percusión y contrapunto de voces, para dar paso, casi transparentemente,
a Se me van los pies y Enciéndete candela, muestrarios
de puro ritmo afroperuano, con coros de fondo nada tradicionales que le dan más musicalidad: canciones llenas de alegría, percusión,
quijadas de burro, pasando del festejo al «ingá», y de ahí
al «alcatraz», ritmos más africanos que peruanos, pero también
más peruanos que africanos.
El disco cierra con Señor de los Milagros, canción
original de Francisco Basili y, adivinen, Susana Baca, tema que es una pintura
de la procesión del culto que se manifiesta en las procesiones más
grandes del mundo católico. El cajón afroperuano, que recuerda
un poco a los tambores de las saetas sevillanas, se une fácilmente
con la zampoña andina, y ambos dan paso a la voz de Susana y de
sus vocalistas, sin salirse del ritmo procesional.
¡Qué bueno que por fin el mundo pueda conocer a Susana
Baca! Antes era sólo nuestra, y ahora tenemos que compartirla con
el mundo, con ese orgullo injustificado, como todos los orgullos chauvinistas
nacido de haberla escuchado por un par de décadas. Suertudos que
somos todos.
Se puede escuchar muestras de este disco en el sitio web de Luaka Bop en http://www.wbr.com/luakabop/. |