Historietas del demonioPobre Diablo y otros cuentos, de Juan Acevedo
Francisco Campodónico F., Editor, Lima, noviembre de 1999.
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fines de agosto de 1999, durante mi peregrinación anual al Perú, recibí un mensaje de Juan Acevedo, por correo electrónico. Decía: «Lo conmino a una cita de honor en el Antiguo Bar Queirolo, en la legendaria Magdalena Vieja». Como de mi honor se trataba poco me va quedando, me di por conminado, así que allá fui, a ese viejo rincón de la clase media limeña. Después de ingerir una buena docena de choritos en cebiche y una cerveza, Juan me llevó a su también legendaria casa-taller, donde me mostró sus proyectos y sus recuerdos: las mesas llenas de dibujos en proceso, las explicaciones acerca de la forma en que se documenta para hacer sus historietas (libros y más libros de iconografía prehispánica, tomos y más tomos de historietas de los grandes los otros grandes del género), las paredes convertidas en una galería de «Quién es quién de la historieta», con dibujos originales dedicados a él por sus colegas hispanoamericanos (Quino, Fontanarrosa y decenas más), dos laboriosos asistentes dibujando, retocando y revisando: mucha luz, mucho dibujo, muchas ideas, mucho trabajo. Juan estaba eléctrico, dando los últimos toques a los dibujos de Pobre Diablo, escribiendo un ensayo sobre la historieta (término que él prefiere a los de comic, caricatura o chiste), y con la cabeza puesta en sus proyectos de mostrar nuestra historia a través de sus dibujos. ¡Qué manera de trabajar! Cosa seria, la historieta: hasta entonces yo me había limitado a reírme de lo que salía de la efervescente imaginación de Juan (pero no tan seria como para no acudir prestos al ineludible llamado del escabeche que nos enviaba su insistente aroma de sirena, así que interrumpimos mi instrucción para almorzar la causa limeña con su chicha morada y el rico escabeche.) Hace dos semanas me llegó Pobre Diablo (Francisco Campodónico F., Editor, Lima, noviembre de 1999), con un centenar de historietas comenzadas en 1978, casi todas previamente publicadas en revistas, pero que son sólo una pequeña parte de la enorme producción de Juan. Son, sin embargo, su trabajo más personal. «Pobre Diablo» no es un protagonista, sino un estado de ánimo que se manifiesta súbitamente en personajes: son, bueno, simples pobres diablos que se revelan rebelándose cuando ya no aguantan más. Las tiras de «Pobre Diablo» ocupan la tercera parte del libro. Luego viene «Guachimán», quien a veces con la ayuda del no tan fiel «Guachiperro» combate serena, casi andinamente, al maldito de «Tensiones». Siguen las pinceladas gruesas y los conflictos personales de «El hombrecito y señora», y luego el elaborado y casi truculento «Oratemán», que da paso al calmo y filosófico «Anotherman», quien no duda en ir hasta el mismísimo infierno para hacer el bien. Hacia el final, «Trann» es el mundo del año 2057, donde algunas cosas están al revés, pero muchas otras siguen mal. Cierra el libro «El Pato Lógico», que, en pocos dibujos y aún menos palabras, cuenta los romances del pato con su patita. He aquí toda una muestra de dibujos del más grande historietista peruano (y que conste que no lo digo por el escabeche o, para ser más preciso, no sólo por el escabeche: me limito a repetir lo que dicen los críticos y comentaristas que han saludado tan elogiosamente este trabajo de Juan). Al final del libro, y mostrando mucha deferencia por los lectores, Juan escribe la introducción (que publicamos en Ciberayllu) intercalando la historia de cada serie de historietas con fragmentos de su diario personal. Gracias, Juan, por hacernos reír de nosotros mismos, animales mesocráticos. Tus historietas, hermano, son también para llorar, y esto no es metáfora: a veces damos pena. Está disponible en Ciberayllu la Introducción a Pobre Diablo y otros cuentos, por el autor del libro. Editorial: [email protected] |
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