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Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española (1950-2000)Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, 2002 |
Firmado a cuatro manos, el ensayo introductorio es, para no defraudar expectativas, de lo más completo y polémico que se pueda desear como diagnóstico de la poesía escrita en español en la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que es obvia la intención de privilegiar una estética entre muchas otras aquella que parte del simbolismo, pasa por la vanguardia purista y desemboca en cierto metalenguaje de trasfondo místico, la reconstrucción del proceso es bastante acertada. Dentro de una somera y sólida reconstrucción histórica, se articulan criterios clave de las poéticas de la modernidad: por ejemplo, concepción de lenguaje versus «Tradición», la conciencia de la historia y el poeta, la importancia de la traducción, la búsqueda de universos intransferibles y la lucha por comunicar lo inefable. Juan Ramón Jiménez y Pablo Neruda son las dos figuras que se rescatan como cimientos de toda la propuesta, que alcanza a poetas nacidos en la década del cincuenta.
De otra parte, aunque el texto es osado y riguroso, se echa en falta que no recoja ciertos conflictos como el debate entre las concepciones elitistas y populares de la poesía. Quizá atendiendo a esta cuestión se puedan discutir mejor los límites del realismo, tema que es uno de los que más virulencia desata al ser explicado desde la inevitable brecha con la poesía hispanoamericana. Es precisamente en este punto cuando, aún asumiendo las diferencias de temperamento más clásico o trascendente el español, más romántico el hispanoamericano se nota la predilección por una poesía que reflexiona sobre sí misma, como en las abundantes artes poéticas seleccionadas (Paz, Benavides, Yurkievich, Sarduy, etc.) Quizá por esta abierta predilección, la poesía de «Los novísimos» que en la pluralidad de sus referentes intentó homologar la vida de la cultura con la sensibilidad juvenil de su época recibe duras críticas, como una propuesta superficial e inconclusa. De forma parecida, muchas de las acotaciones sobre la coloquialidad, el realismo, lo comunicacional y los usos de lo histórico parecen tener unos destinatarios muy claros en España aunque, paradójicamente, no sean materia directa de la discusión por no entrar en el espectro cronológico del libro. Las ínsulas extrañas es un trabajo importante porque crea un solo escenario para toda la producción poética del idioma, fuera de plantear todos los elementos de un imprescindible debate. Nombres como Jorge Eduardo Eielson, Carlos Edmundo de Ory, Vicente Gaos, Clarisse Nicoidski, José Caballero Bonald o José Watanabe serán gratas revelaciones en distintos lugares. Las ausencias de Humberto Diaz Casanueva, Ángel González, Javier Lentini, José Hierro, Edgar Bayley, Raúl Gómez Jattin, Luis Antonio de Villena, Juan Gustavo Cobo Borda, Daniel Samoilovich o Bernardo Atxaga pueden ser censurables, aunque la variedad y la calidad de estos escritores señalan también la gran riqueza del período. A pesar de cualquier reparo, Las ínsulas extrañas representa, qué duda cabe, un paso decisivo para contrastar producciones que, desde dos continentes y en un solo idioma, se han ignorado mutuamente por demasiado tiempo. Martín Rodríguez-Gaona |
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