Colección de yaravíes |
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Combinando temas clásicos y otros más recientes, aparece un nuevo álbum con yaravíes, y nada más que yaravíes, que se cantan más de lo que se oyen, y que exigen perfección de la voz y de la guitarra. Este disco viene a llenar un vacío de varios años. A continuación, el texto que se incluye en el disco Yaraví – Romántico, nostálgico (Dolly Jr. Producciones, 2005). El yaraví peruano El harawi antiguo, del que hablan los cronistas, era casi siempre canto de amor, unas veces alegre, otras triste. Garcilaso llama aravicos a los poetas. Otros cronistas dicen que los harawis eran también poemas épicos cantados, más que bailados, como los takis festivos o los hayllis guerreros. Pero todo sugiere que tenía el carácter de poema cantado, usualmente acompañado por la kena. El maestro Porras Barrenechea escribe: «Con la conquista el aravi pierde su estrepitosa gracia colectiva, desaparecido el desenfreno profano de los taquisy sólo subsiste en el lloroso y solitario gemido de las quenas de los pastores solitarios o en las quejas nocturnas de los amantes separados. El aravi se transforma en el yaraví, transformación que es no sólo fonética, sino espiritual. El aravi había sido jubilar y multánime.» El nombre yaraví —claramente derivado de harawi— empieza a usarse en el siglo XVIII. Y empieza a ser sinónimo de canto triste, de desamor, de separación y pérdida. Hace menos de cien años, se cantaban yaravíes desde Ecuador hasta Argentina. A principios del siglo XX, hay registros de yaraví en Sullana y Cajamarca, y otros recogidos en las calles de Lima, así como en Huarochirí, Jauja, y Tarma, donde prácticamente ha desaparecido. Desde el harawi antiguo hasta el yaraví de hoy han pasado ríos de lágrimas bajo «el puente del desdén» al que se refiere Mariano Melgar, poeta que vivió muriendo de amor y patriota que murió dando la vida a la nación peruana. Y hoy el yaraví persiste pues las penas de amor nunca terminan, y se escucha cada noche entre Huamanga y la ciudad de Arequipa. Si bien una voz, una pena hecha poesía y una guitarra al borde del llanto bastan para hacer un yaraví, los dúos y los tríos de voces, las quenas y los charangos pueden darle un sabor especial y una extraordinaria belleza, como se muestra en este valioso disco, que recoge yaravíes cantados por excelentes intérpretes. Desde el eterno «Pajarillo cautivo» que se canta desde Cuenca hasta Jujuy, hasta creaciones más recientes. Este disco es, pues, imprescindible en cualquier colección de música peruana. Contenido
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